Wednesday, March 18, 2009

CHICHEN ITZA: RUINAS EN CONSTRUCCION


Con la designación el año pasado de Chichén Itzá como una de las siete “nuevas maravillas del mundo” por parte de la fundación New Open World, el turismo en el sitio arquelógico ha aumentado aproximadamente 75 porciento. Si el proceso de selección de las “siete maravillas”, a través de una elección popular internacional y campañas políticas nacionalistas, era bastante problemático en varios niveles, las consecuencias son aún más. Durante las semanas antes de la eleccíon, latas de Coca-Cola, anuncios en PEMEX y tarjetas telefónicas promovían al Castillo de Chichén Itzá como si fuera un candidato político. Sus rivales no representaban otras ideologías o partidos políticos, sino otros nacionalismos, en muchos casos representados por otros sitios arqueológicos, como los monolitos de la Isla de Pascua y la ciudad de Machu Pichu. Una batalla entre ruinas. Una competencia entre naciones, con sus ruinas arqueológicas tomando el papel que los equipos de fútbol o ejércitos miltares normalmente juegan. Si el éxito de Chichén representa un verdadero triunfo para el sitio no quedó muy claro. El aumento en turismo implica aún más presión para un sitio ya bastante saturado con visitantes. El INAH ha contemplado estratagias diversas, entre ellas, la extensión del horario para acomodar a la muchadumbre. Ya no hay accesso a algunas áreas del sitio, como el interior y la cumbre del Castillo, en parte por razones de preservación. Las cantidades de turistas en los meses recientes no tienen precedente, y representan un capítulo más actual de un largo proceso de construir un sitio turístico, didáctico y nacionalista por encima (y como representación) de la ciudad antigua. El dossier fotográfico Chichén Itzá: Ruinas en construcción es una revisión breve de algunos momentos claves en esa historia.
Mucho antes del espectáculo de Luciano Pavarotti cantando enfrente del Templo de los Guerreros (19 de abril de 1997) y las latas de Coke adornadas con el perfil del Castillo, el gobernador revolucionario Felipe Carrillo Puerto inauguró en 1922 una carretera de Dzitas a Chichén. Anteriormente, los trabajos de escritores, arqueólogos y fotógrafos habían despertado el interés del público en las ruinas, pero las ruinas en sí eran bastante inaccesibles. La inauguración del camino coincide con el inicio de los trabajos de excavación y reconstrucción de Carnegie Institution of Washington. Mientras que Sylvanus G. Morley y el equipo Carnegie trabajaba, los empleados del gobierno mexicano avanzaban en la restauración del Castillo, el Campo de Pelota y el Templo de los Jaguares.
Aunque los dos grupos trabajan de manera coordinada, los motivos de los involucrados eran distintos. Para Carrillo Puerto, el sitio funcionaría como fuente de orgullo para la población local, un potente símbolo de la grandeza Maya y antídoto contra siglos de opresión. Para la Institución Carnegie, los fines eran diplomáticos, estéticos e interdisciplinarios. En las palabras de Alfred Kidder, jefe del Departamento de Investigaciones Históricas del Carnegie:

El proyecto de Chichén Itzá ha sido diferente a la mayoría de las tareas arqueológicas en el sentido de que desde el principio el Doctor Morley ha luchado por tres objetivos definitivos en lugar de un sólo objetivo más común: la recuperación de objetos e información. En cambio, Morley ha trabajado de una manera calculada para crear confianza por parte del gobierno y pueblo mexicano en agencias científicas extranjeras, para manejar el sitio de una manera en que se volviera testimonio permanente de los logros artísticos de los Maya, y para desarollar a Chichén Itzá como punto focal para investigaciones relacionadas.


[The Chichen Itza project has differed from most archeological undertakings in the New World in that from its inception Dr. Morley has striven for three definite objectives over and above the usual one of recovering specimens and information. These may be stated as follows: to conduct the work in a manner calculated to create a feeling of confidence by the Mexican government and people in the good faith of foreign scientific agencies; to handle the site in such a way as to make it a permanent record of the artistic achievement of the Maya; and to develop Chichen Itza as a focal point for correlated researches.]


Aunque Kidder no lo menciona, la cuestión de confianza en arqueólogos extranjeros se volvió crítica cuando se descubrió que Edward H. Thompson, dueño del sitio, se habia llevado objetos de Chichén a Harvard como contrabando. El caso legal contra Thompson no fue resuelto hasta 1944, nueve años después de su muerte. La desconfianza creada por el caso Thompson implicaba que Carnegie tenía que demonstrar su honradez. El segundo fin, presentar a las ruinas como “permanent record of the artistic achievement of the Maya,” es enfocado no al gobierno o pueblo de México, sino al turista internacional. El turismo era visto como una manera de fortalecer la arqueología. Otra vez, las palabras de Alfred Kidder:

Si se puede mantener Chichén Itzá como lugar interesante y bello, va a volverse, sin duda, una Meca turística y un recurso valioso para la arqueología, que necesita, como cualquier otra ciencia, sus aparadores. No se puede anticipar que el público entenderá sus fines más rebuscados, pero hay que cultivar el interés del público--y eventualmente cultivar el entendimiento del público--si la arqueología va a avanzar, ya que es desde el público de donde viene, a final de cuentas, todo el apoyo, para los esfuerzos de ciencia.


[If Chichén Itzá can be kept both interesting and beautiful, it will without question become a Mecca of travel, and, incidentally, a most valuable asset for archeology which, like every other science, needs its “show-windows.” Its more recondite aims the public can not, in the beginning, be expected to grasp; but public interest must be aroused and eventual public understanding must be achieved if archeology is to go forward; for from the public comes, in the last analysis, all support for scientific endeavor.]


La presencia de turistas se vuelve una estrataegia para avanzar en los fines arqueológicos. Claro, los arqueólogos nunca anticiparon las cantidades de hoy, más de un millón de visitantes por año antes de la designación de “Maravilla del Mundo.” Eso es la consecuencia de factores no previstos, como la comercialización de vuelos internacionales y la creación de Cancún en lo que antes era una zona costera con poca población.
Sylvanus G. Morley, jefe del proyecto Chichén Itzá de Carnegie, funcionaba como científico, administrador y publicista. Muchas de sus ideas sobre la sociedad Maya ya estan fuera de moda en la comunidad arqueológica, pero su trabajo como promotor de los Maya en la imaginación del público sigue siendo relevante. No solo publicó textos academicos como The Inscriptions of Petén , sino tambien articulos para National Geographic y otras revistas populares. Consultaba para el deseño del Teatro Fisher en Detroit, un cine en el estilo neo-Maya con replicas arqueologicas (no solamente de Chichén Itza, sino de Copán, Palenque y Quirigua tambien), pericos vivos, arboles tropicales y pesces exóticos en el foyer. Dentro del cine, replicas de los atlantes de Chichén apoyaban las sillas. El fin de esos esfuerzos es los que propusó Kidder, “cultivar el interés del público.”
Las fotografías que forman ese dossier nos ofrecen vistas de Chichén en distintos momento durante casi un siglo. Las fotos, como imagenes estáticas de un proceso de cambio, fijan momentos especificos en un juego con el tiempo muy complejo. Cualquier ruina funciona como manifestación concreta de la entropía, en que el tiempo se presenta como agente de deterioro. Una gran parte de su encanto procede precisamente de eso. El proceso de restauración reversa eso, pero tiene que dejar visible el registro del tiempo, signos de deteriorización. Replicas de los edifiios antiguos, como la Villa Getty en Malibu, por ejemplo, pueden presentar las estructuras como si fueron nuevas porque no reclaman ninguna autenticidad como estructuras, pero las ruinas tienen que mantener signos del desgaste de los siglos. La clave en la restauración del sitio arqueológico es la balance entre presencia y ausencia, entre reconstrucción y ruina.
Desafortunadamente, las primeras fotos de Chichén Itzá, los daguerrotipos de Frederick Catherwood, desaparecieron hace más de un siglo y medio en un incendio en Nueva York. Poca gente vieron estas imágenes, pero su impacto a través de los grabados (basados en los daguerrotipos) que acompañaron el texto de su compañero de viaje, John Lloyd Stephens, es enorme. Antes de la época de turismo moderno, el texto de Stephens y las reproducciones de las fotos de Catherwood despertó el interés del público angloparlante. En la primera imagen de este dossier, fotografiada en 1860 por Claude Desiré Charnay, vemos al Castillo antes de tener alguna reconstrucción o excavación . Las imágenes que siguen documentan estos procesos. En ellas vemos andamios rústicos, camionetas y rieles, la infrastructura y los obreros para la creación de la meca turística prevista por Kidder. En el museo del sitio, maquetas, imágenes enmarcadas y artefactos se mezclan en una cornucopia Maya. Afuera, la acumulación de monolitos, serpientes y atlantes forman unos rompecabezas precolumbinos. Un escenario ideal para tantos discursos tan variados: de nacionalistas a los “New Age,” de los Mayistas a los “spring breakers.” El dossier cierra con un par de tarjetas postales, el medio más común para la circulación de imágenes de las ruinas en la época anterior a la foto digital. Las tarjetas llevan por correo a todas partes del mundo fotos de Chichén Itzá y sus bellas estructuras, impulsando aún más el turismo.